La pobreza espiritual



Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María 

Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje el 25 de noviembre de 1990

Queridos hijos, hoy los invito a hacer obras de misericordia con amor y por amor hacia mí y a sus hermanos y hermanas, que también son hijos míos. Queridos hijos, todo lo que hagan a los demás, háganlo con gran alegría y humildad ante Dios. Estoy con ustedes y día tras día, ofrezco sus oraciones y sacrificios a Dios para la salvación del mundo. Gracias por haber respondido a mi llamado. 


MEDITACIÓN 

(VD139) Este buen Maestro no desdeñó encerrarse en el seno de la Santísima Virgen cual cautivo y amoroso esclavo, ni vivir sometido y obediente a ella durante 30 años. Ante esto, lo repito, la razón humana se anonada cuando reflexiona seriamente en la conducta de la Sabiduría encarnada, que no quiso –aunque hubiera podido hacerlo– entregarse directamente a los hombres, sino que prefirió hacerlo a través de la Santísima Virgen; tampoco quiso venir al mundo a la edad del hombre perfecto, independiente de los cuidados y la asistencia de su Santísima Madre. Esta Sabiduría infinita, inmensamente deseosa de glorificar a Dios, su Padre y de salvar a los hombres, no encontró medio más perfecto ni más corto que el de someterse en todo a la Santísima Virgen. 

(San Luis María Grignion de Montfort) 


María, movida por la caridad, se dirige a la casa de su pariente. Cuando entra, Isabel, responde a su saludo y siente saltar de gozo al niño en su seno, “llena de Espíritu Santo”, saluda a María en alta voz: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc 1, 40-42). Esta exclamación, o aclamación de Isabel entraría en el Avemaría, a continuación del saludo del ángel, convirtiéndose así en una de las plegarias más frecuentes de la Iglesia... En el saludo de Isabel, cada palabra está llena de sentido y, sin embargo, parece ser de importancia fundamental lo que dice al final: “¡Feliz de ti por haber creído que se cumpliría lo que te fue anunciado de parte del Señor!” (Lc 1, 45) Estas palabras se pueden poner junto al apelativo “llena de gracia” del saludo del ángel. En ambos textos se revela un contenido mariológico esencial, es decir “la verdad sobre María, que ha llegado a estar realmente presente en el misterio de Cristo precisamente porque “ha creído”. La plenitud de gracia anunciada por ángel, significa el don de Dios mismo; la fe de María proclamada por Isabel en la visitación, indica cómo la Virgen de Nazaret ha respondido a este don. 

(Juan Pablo II, Redemptoris Mater n° 12) 

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