Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María
Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje el 25 de abril
de 1993
Queridos hijos, hoy los invito a que despierten sus corazones
al amor. Contemplen la naturaleza. Vean cómo ella se
despierta y esto les ayudará a que abran sus corazones al amor
de Dios Creador. Deseo que reaviven el amor en sus familias
a fin de que allí donde haya odio y falta de amor, reine el
amor. Y cuando haya amor en sus corazones, también habrá
oración. Y no olviden, hijos queridos, que yo estoy con ustedes
y los asisto con mi oración para que el Señor les dé la fuerza
para amar. Los bendigo y los amo con mi amor maternal.
Gracias por haber respondido a mi llamado.
MEDITACIÓN
(VD 124) Una persona que está voluntariamente consagrada y
sacrificada a Jesucristo por María, ya no puede disponer del valor
de ninguna de sus buenas acciones: todo lo que sufre, lo que
piensa, dice y hace de bueno, pertenece a María, quien puede
disponer de ello según la voluntad y mayor gloria de su Hijo. Esta
dependencia, sin embargo, no perjudica en manera alguna las
obligaciones de estado presente o futuro en que se encuentre la
persona.
(San Luis María Grignion de Montfort)
Es necesario que los cristianos profundicen en sí mismos y en cada
una de sus comunidades aquella “obediencia de la fe” de la cual
María es el primer y más claro ejemplo. Ellos deben resolver
discrepancias de doctrina.
¿Por qué, pues, no mirar hacia ella todos juntos como a nuestra
Madre común, que reza por la unidad de la familia de Dios y que
precede a todos al frente del largo séquito de los testigos de la fe
en el único Señor, Hijo de Dios, concebido en su seno virginal por
obra del Espíritu Santo?
El ícono de la virgen del cenáculo, en oración con los apóstoles a
la espera del Espíritu: ¿no podría ser como un signo de esperanza
para todos aquellos que, en el diálogo fraterno, quieren profundizar
su obediencia de la fe?
(Juan Pablo II, Redemptoris Mater, n° 29-33)
En la vida mariana se vuelve a encontrar la pureza, la simplicidad,
la profundidad de todos los sentidos naturales liberados de toda
impureza.
El amor virginal de María se irradia desde el interior de su ser a
todo su cuerpo y su vida física, envolviéndolos de una especie de
pureza luminosa e íntima (...) El amor virginal de María toma de su
interior todas las capacidades y todas las fuerzas de la vida del
hombre, aún las más profundas y escondidas y las santifica
unificándolas interiormente, atrayéndolas y uniéndolas a Dios. El
ha santificado en primer lugar, las relaciones físicas de la
pequeñísima María con su madre Ana, haciendo de esas relaciones
naturales como un sacramento del amor divino (...)
María ha permanecido siempre en el primer amor del recién nacido,
ha mantenido durante toda su vida, tanto en el comer como en el
beber y en toda su compostura, esa simplicidad y profundidad del
pequeñito (...) Para ella, los alimentos son comida animada por el
soplo de vida que viene inmediatamente de Dios. Su amor descubre
en ellos un perfume de Dios, un gusto de Dios, que el Espíritu ha dispuesto como un vestigio que nos recuerda su amor, habiendo
creado todo en provecho del hombre y de su unión con él.
(Padre Thomas Philippe O.P., La vida escondida de María)
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