Consagración de las relaciones afectivas y espirituales



Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María 

Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje el 25 de diciembre de 1987. 
“Queridos hijos, alégrense conmigo: mi corazón se regocija por Jesús, y hoy, quiero regalarles a Jesús. Deseo, queridos hijos, que cada uno le abra su corazón y yo se los daré con amor. Deseo, queridos hijos, que Jesús los transforme, los instruya y los proteja. Hoy oro por cada uno de ustedes de manera especial y los presento al Señor para que El se revele a ustedes. Los invito a la oración sincera del corazón a fin de que su oración sea un encuentro con el Señor. Pongan al Señor en el primer lugar en su trabajo y en la vida de todos los días. Hoy los invito seriamente a obedecerme y hacer todo lo que les digo. Gracias por haber respondido a mi llamado.” 

MEDITACIÓN 
(VD 63) Me dirijo ahora un momento hacia ti, oh mi amable Jesús, para quejarme amorosamente ante tu divina Majestad de que la mayor parte de los cristianos, aún los más instruidos, ignoran la estrechísima unión que existe entre ti y tu Santísima Madre. Estás, Señor, siempre con María y María está siempre contigo: no puede estar sin ti, de otro modo, dejaría de ser lo que ella es; ella está de tal manera transformada en ti por la gracia, que ya no vive ni existe: sólo tú, Jesús mío, vives y reinas en ella, más perfectamente que en todos los ángeles y los bienaventurados. ¡Ah! Si se conociese la gloria y el amor que recibes de esta admirable criatura, ¡se tendrían sentimientos muy diferentes hacia ti y hacia ella de los que se tienen ahora! 
Ella está tan íntimamente unida a ti que sería más fácil separar la luz del sol, el calor del fuego, más aún sería más fácil separar a todos los ángeles y santos de ti que de la divina María: porque ella te ama más ardientemente y te glorifica con mayor perfección que todas las demás creaturas juntas. 
(san Luis María Grignion de Montfort) 

A lo largo de la vida oculta de Jesús en la casa de Nazaret, también la vida de María estuvo “oculta con Cristo en Dios” (cf Col 3,3), por medio de la fe. Pues la fe es un contacto con el misterio de Dios. María constante y diariamente está en contacto con el misterio inefable de Dios que se ha hecho hombre, misterio que supera todo lo que ha sido revelado en la Antigua Alianza. Desde el momento de la Anunciación, el espíritu de la Virgen-Madre ha sido introducido en la radical “novedad” de la autorevelación de Dios y ha tomado conciencia del misterio. Es la primera de aquellos “pequeños” de los que Jesús dirá: “Padre... has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25) 
(Juan Pablo II, Redemptoris Mater, n° 17) 


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