Consagración de los Inocentes




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo 


INVOCACIÓN 

Ven, Padre de las luces, dame tu sabiduría,
ese gusto por la verdad,
esa caridad que apremia
sin forzar la voluntad,
esa gracia tan fecunda,
esa inclinación arrebatadora, esa paz santa y profunda 
y ese socorro poderosísimo. 
Tú no quieres contradecir mi mala voluntad.
Es por eso que siento temor de mi propia libertad. 
A los encantos de tu gracia muy a menudo me he resistido. Me rindo, toma tu lugar
con total autoridad. 

(San Luis María Grignion de Montfort) 


Creo en Dios…

Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María 



Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje del 25 de diciembre de 1992 

“Queridos hijos, deseo ponerlos a todos bajo mi manto y protegerlos de los ataques satánicos. Hoy es el día de la Paz, pero en el mundo entero hay mucha falta de paz. Por eso los invito a construir conmigo – por medio de la oración – un nuevo mundo de paz. Sin ustedes, yo no puedo hacerlo, y es por eso que los invito a todos con mi amor maternal a que me ayuden, y el resto lo hará Dios. Por lo tanto, ábranse a los planes de Dios y a sus proyectos para poder colaborar con Él por la paz y el bien. Y no olviden que sus vidas no les pertenecen sino que son un don con el que deben llevar alegría a los otros y guiarlos hacia la vida eterna. Queridos hijos, que la ternura de mi pequeño Jesús los acompañe siempre. Gracias por haber respondido a mi llamado.” 


MEDITACIÓN 

La esposa, que goza de las prerrogativas y de los derechos propios de las esposas ordinarias, entra en posesión de su esposo, que llega a ser suyo; y de inmediato, en comunidad perfecta de todos los bienes que él posee. Ella entra en unidad de corazón y de alma; en unidad de espíritu, de pensamientos, de voluntad y no viene a ser más que uno, en todo, con su esposo; de allí se deriva, que ella tenga parte en sus designios, en sus mandamientos, en sus obras. Así, Dios Padre, como un santo y fiel esposo, quiere poner a la Santísima Virgen en unión y en perfecta posesión de su persona, de todos sus bienes, de sus tesoros y de su gloria, y disponer con ella de todos sus proyectos. 

(J.J. Olier, La Vida Interior de María, TI, pág. 60) 


En el libro del Apocalipsis la “gran señal” de la “Mujer” (Ap 12,1) es acompañada por “otra señal en el cielo”: se trata de “un gran Dragón rojo” (Ap 12,3), que simboliza a Satanás, potencia personal maléfica, y al mismo tiempo a todas las fuerzas del mal que intervienen en la historia y dificultan la misión de la Iglesia.
También en esto María ilumina a la Comunidad de los creyentes. En efecto, la hostilidad de las fuerzas del mal es una oposición encubierta que, antes de afectar a los discípulos de Jesús, va contra su Madre. Para salvar la vida del Hijo de cuantos lo temen como una amenaza peligrosa, María debe huir con José y el Niño a Egipto (cf Mt 2, 13-15). 
María ayuda así a la Iglesia a tomar conciencia de que la vida está siempre en el centro de una gran lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. El Dragón quiere devorar al niño recién nacido (cf Ap 12, 4), figura de Cristo, al que María engendra en la “plenitud de los tiempos” (Gal 4,4) y que la Iglesia debe presentar continuamente a los hombres de las diversas épocas de la historia. Pero en cierto modo es también figura de cada hombre, de cada niño, especialmente de cada criatura débil y amenazada, porque como recuerda el Concilio – “el Hijo de Dios, con su Encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (GS n° 22). Precisamente en la “carne” de cada hombre, Cristo continúa revelándose y entrando en comunión con nosotros, de modo que el rechazo de la vida del hombre, en sus diversas formas, es realmente rechazo de Cristo. Esta es la verdad fascinante, y al mismo tiempo exigente, que Cristo nos descubre y que su Iglesia continúa presentando incansablemente: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,5). “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40) 

(Juan Pablo II, Evangelio de la Vida, 1995, n° 104) 


CONSAGRACIÓN 

María, Madre de misericordia, pequeña esposa del Padre de las misericordias, eres las entrañas del Padre y su amor maternal para con su Hijo y la multitud de sus hermanos. María, cuyo corazón ha sido traspasado por la maltad de los hombres cuando Herodes tomó conocimiento del designio de Dios para su pueblo, te consagro el seno de todas las madres de la tierra. María, la nueva Eva; María, la viviente y Madre de la Vida, te consagro todos los embriones del mundo; muy especialmente aquellos que vendrán al mundo en las circunstancias más abyectas, aquellos cuya vida ha sido arrancada antes que el misterio de la vida creciera en ellos. Te consagro todas las almas inocentes, cuyos cuerpos han sido masacrados en el seno de sus madres. 


Antífona 

Oh María, tú has llegado a ser el Libro donde está escrita nuestra Ley. Hoy ha sido escrita en ti la sabiduría del Padre Eterno. Hoy se manifiesta en ti la fuerza y la libertad del hombre. 

(Santa Catalina de Siena)





Salmo 147 (146-147) 

¡Aleluya! 
Alaben al Señor,
que es bueno salmodiar a nuestro Dios, 
que es dulce la alabanza. 
El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los deportados de Israel; 
sana los corazones destrozados y venda sus heridas. 
El cuenta el número de las estrellas 
y llama a cada una por su nombre; 
grande es nuestro Señor y poderoso, 
y su inteligencia es inenarrable 
El Señor sostiene a los humildes, 
y humilla a los impíos hasta el polvo. 
Esposa del Padre.



Oh María, tú has llegado a ser el Libro donde está escrita nuestra Ley. Hoy ha sido escrita en ti la sabiduría del Padre Eterno. Hoy se manifiesta en ti la fuerza y la libertad del hombre. 
(santa Catalina de Siena) 



Canten al Señor en acción de gracias, salmodien con la cítara para nuestro Dios, porque Él viste los cielos con sus nubes y prepara las lluvias de la tierra, hace brotar el pasto de los cerros y las plantas que al hombre dan sustento, él entrega a las bestias su alimento y a las crías del cuervo cuando chillan. 
No le agrada el brío de los caballos ni se complace en los músculos del hombre. El Señor ama a los que lo temen y a los que esperan en su misericordia. 

¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! 

El reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti; él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo. 
Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente; Reparte la nieve como lana y esparce la escarcha como ceniza. 
El arroja su hielo como migas, y las aguas se congelan por el frío; da una orden y se derriten, sopla su viento y corren las aguas. 
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así ni ha confiado a otros sus proyectos. 

Oración ad libitum (Anexo pág. 195, y sucesivas)


Invocación: María, Reina de la Paz, ruega por nosotros y por el 
mundo entero. (3 veces) 



Fuente: RETIRO DE CONSAGRACIÓN A LA SMA. TRINIDAD POR MARÍA 

COMUNIÓN MARÍA REINA DE LA PAZ, Argentina









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