Consagración del alma


Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María 

Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje el 25 de julio de 1988. 
“Queridos hijos, hoy los invito al abandono total a Dios. Todo lo que hagan y todo lo que posean entréguenselo a Dios para que Él pueda reinar en sus vidas como rey de todo. No tengan miedo porque estoy con ustedes aún cuando piensen que no hay camino de salida y que Satanás reina. Les traigo la paz, soy su Madre y la Reina de la Paz. Los bendigo con la bendición del gozo a fin de que Dios sea todo para ustedes en la vida. Sólo así el Señor podrá guiarlos a través mío hacia las profundidades de la vida espiritual. Gracias por haber respondido a mi llamado.” 

MEDITACIÓN 
(SM 47) Hay que hacerlo todo por María, es decir, irse acostumbrando poco a poco a recogerse dentro de sí mismo para hacerse una pequeña idea o imagen espiritual de la Santísima Virgen. Ella será para el alma el oratorio desde el cual pueda hacer sus oraciones a Dios, sin temor a ser rechazada; la torre de David donde ponerse a salvo de sus enemigos; la lámpara encendida que ilumine todo su interior y la haga arder de amor divino; el altar sagrado donde verá a Dios con ella; en fin, su único Todo ante Dios, su recurso universal. Si ora, será en María; si recibe a Jesús en la santa comunión, lo pondrá en María para que se complazca en ella. Haga lo que haga será siempre en María: en todas partes y en todo, producirá actos de renuncia de sí misma. 
(San Luis María Grignion de Montfort) 

La acción de la Iglesia en el mundo es como la prolongación de la solicitud de María: en efecto, el amor diligente de la Virgen en Nazaret, en la casa de Isabel, en Caná de Galilea o en el Gólgota, momentos de salvación de un inmenso valor eclesial, se prolonga en la preocupación maternal de la Iglesia por que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, en su dedicación por los humildes, los pobres y los débiles, en su compromiso contínuo por la paz y la concordia social, en su celo para que todos los hombres tengan parte en la salvación que les ha sido merecida por la muerte de Cristo. De este modo, el amor a la Iglesia se traducirá en amor a María, y viceversa; porque el uno no puede subsistir sin el otro, como lo hace observar con perspicacia san Cromacio de Aquilea: “La Iglesia se reunía en el aposento alto con María, la Madre de Jesús, y sus hermanos”. Así pues, no se puede hablar de la Iglesia si María, la Madre del Señor, no está con sus hermanos. 
(Pablo VI, El culto mariano, 1974, n°28)Consagración de las relaciones afectivas y espirituales 


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