Consagración de nuestras capacidades de amar




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo 

INVOCACIÓN 
Te doy gracias, Señor, por haberte hecho un solo espíritu conmigo, sin confusión, sin mutación, sin transformación; tú, el Dios que está por encima de todo, y haber llegado a ser para mí, todo en todo: alimento inefable y perfectamente gratuito, vestido deslumbrante, purificación que me baña en lágrimas imperecederas y santas que tu presencia trae a quien tú visitas. Te doy gracias por haber llegado a ser para mí luz que no se apaga, sol sin ocaso; pues no tienes donde esconderte, ya que con tu gloria llenas el universo. 
No, jamás te has escondido de nadie, somos nosotros quienes siempre nos escondemos de ti, rehusando ir a ti. ¿Por qué te esconderías, si no te alejas de ninguna de tus criaturas, ni rechazas a nadie? 
Ven entonces, oh Maestro, erige hoy en mí tu tienda; haz tu casa y mora continuamente en mí, tu servidor, inseparablemente, hasta el fin. 
(San Simeón, el nuevo teólogo) 

Creo en Dios…

Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María 

Oración dictada a Jelena, el 28 de noviembre de 1983 po                                        

Oh Corazón Inmaculado de María, desbordante de bondad,
muestra tu amor por nosotros.
Que la llama de tu corazón, oh María, descienda sobre todos los pueblos. Te amamos inmensamente. 
Imprime en nuestros corazones
un verdadero amor.
Que nuestro corazón languidezca por ti. Oh María, dulce y humilde de corazón, acuérdate de nosotros
cuando caemos en el pecado.
Tú sabes que nosotros, los hombres, somos pecadores;
con tu santísimo y maternal Corazón, sánanos de toda enfermedad espiritual. Haznos capaces de considerar
la bondad de tu maternal Corazón,
para que así nos convirtamos
a la llama de tu Corazón.
Amén. 

MEDITACIÓN 
Pues bien, queriendo Dios engendrar a la Madre de su Hijo en el más perfecto estado de santidad al que puede ser elevada una simple criatura, se infunde en ella, en el momento mismo en que es concebida. Así, desde su concepción, María es para las Personas de la Santísima Trinidad, el primer objeto de su felicidad sustancial, que una vez más fue manifestado al mundo; la única persona de su amorosa complacencia en la tierra desde Adán. (...) Así, en el momento de su concepción, Dios preserva a María de todo mal. Santifica su carne para que todos sus sentidos y sus movimientos o pasiones no tiendan sino única y directamente a Dios y no miren más que a él, en todas las cosas. 
En virtud de esta santificación, su odio será hacia toda forma de pecado; su deseo, la gloria de Dios; su temor, todo lo que pueda desagradar a Dios y contradecir sus designios; su alegría será la de poseer a Dios y verle honrado; su esperanza, la de verse un día plenamente consumada en su gloria. 
(J. J. Olier, La Vida Interior de María, TI, pág 86, 89) 

En el lenguaje bíblico “gracia” significa un don especial que, según el Nuevo Testamento, tiene la propia fuente en la vida trinitaria de Dios mismo, de Dios que es amor (cf 1 Jn 4,8). Fruto de este amor es la elección de la que habla la Carta a los Efesios. Por parte de Dios esta elección es la eterna voluntad de salvar al hombre a través de la participación de su misma vida en Cristo (cf 2 P 1, 4): es la salvación en la participación de la vida sobrenatural. El efecto de este don eterno, de esta gracia de la elección del hombre, es como un germen de santidad, o como una fuente que brota en el alma como don de Dios mismo, que mediante la gracia vivifica y santifica a los elegidos... 
(Juan Pablo II, Redemptoris Mater, n° 8) 

CONSAGRACIÓN 
María, ¡pecador me concibió mi madre! ¿Puede un hombre volver al vientre de su madre para nacer de nuevo? En tu seno, María, me consagro totalmente desde el momento de mi concepción hasta este día, para que el hombre nuevo, concebido por el bautismo, pueda crecer en el calor de tu amor inmaculado. 
Puesto que en ti, María, todas las leyes de la naturaleza han sido renovadas, quiero permanecer en ti, para que la nueva ley actúe en mis miembros y que el amor virginal me impulse a practicar el bien que quiero hacer y rechazar el mal que no quiero hacer. Cuanto más horrible es el pecado, tanto más bella eres tú María, y nuestro Rey se ha prendado de tu belleza. Me consagro a ti sin reservas, Madre del Amor hermoso, espejo de angélica pureza, para que mi alma renovada agrade a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. 

Antífona 
¡Oh gozo único! Causa de nuestra alegría, oh flor de Galilea, de suave perfume, atraénos a todos junto a ti, Inmaculada. 

Sabiduría 7, 22-30 – 8, 1 
Hay en la Sabiduría un espíritu inteligente, santo, único, multiforme, sutil, ágil, perspicaz, sin mancha, diáfano, inalterable, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, lo observa todo y penetra en todos los espíritus: en los inteligentes, los puros y hasta los más sutiles.
La Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento; a causa de su pureza, lo atraviesa y penetra todo.
Ella es exhalación del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso: por eso, nada manchado puede alcanzarla.
Ella es el resplandor de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios y una imagen de su bondad.
Aunque es una sola, lo puede todo; permaneciendo en sí misma, renueva el universo; de generación en generación, entra en las almas santas, para hacer amigos de Dios y profetas.
Porque Dios ama únicamente a los que conviven con la Sabiduría.
Ella en efecto es más radiante que el sol y supera a todas las constelaciones; es más luminosa que la misma luz,  ya que la luz cede su lugar a la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece el mal. 
Ella despliega su fuerza de un extremo hasta el otro, y todo lo administra de la mejor manera. 

Invocación: María, Reina de la Paz, ruega por nosotros y por el mundo entero. (3 veces) 



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