Consagración de nuestras acciones




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo 
INVOCACIÓN 
Dios mío, eterno Paráclito, te adoro a ti que eres luz y vida del alma mía. Hubieras podido contentarte con enviándome desde fuera buenos pensamientos, la gracia inspiradora y el socorro. Así, hubieras podido conducirme en la vida y purificarme solamente gracias a tu virtud interior. Pero, en tu infinita compasión, entraste en mi alma desde el principio, tomaste posesión de ella y has hecho tu templo en ella. Habitas en mí de manera inefable por medio de tu gracia, por tu eterna substancia, y es como si yo estuviera en cierto modo, aquí abajo, absorbido en Dios, sin perder mi propia individualidad. Y al haber tomado posesión de mi cuerpo, de este miserable y terrenal tabernáculo de carne, mi cuerpo mismo es también tu Templo, ¡oh asombrosa, oh terrible verdad! Yo lo creo, yo lo sé ¡Oh Dios mío! 
(cardenal Newman) 

Creo en Dios…

Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María

 Mensaje del 25 de mayo de 1991

“Queridos hijos, (...) Son muchos los que piensan que hacen mucho hablando de mis mensajes, pero no los viven. Los invito, hijos queridos, a la vida y a que cambien todo lo que es negativo en ustedes, para que sea transformado en positivo y en vida. Queridos hijos, estoy con ustedes y deseo ayudarlos a cada uno a vivir y a que den testimonio con sus vidas de la Buena Nueva. Estoy aquí, queridos hijos, para ayudarlos y conducirlos al Cielo. En el Cielo hay alegría, y través de la alegría pueden ya, desde ahora, vivir el Cielo. Gracias por haber respondido a mi llamado. 

MEDITACIÓN 
La amable Madre profesaba un afecto tierno y maternal a su Hijo. Le acariciaba, le cubría de besos, le tomaba en sus brazos. Y el Niño Jesús hacía lo mismo, obrando conforme a su naturaleza de niño pequeñito, mamando la leche de su madre, dejándose arrullar en sus brazos y dejándose mimar. Era en todo semejante a un niñito inocente, siendo él, la Sabiduría del Padre. ¡Ah!, quién nos diera siempre el usar de las criaturas a ejemplo suyo, únicamente en espíritu y en Dios. 
(María de Santa Teresa) 
En la expresión “feliz la que ha creído” podemos encontrar una clave que nos abre a la realidad íntima de María, a quien el ángel saluda como “llena de gracia”. Si como “llena de gracia” ha estado presente eternamente en el misterio de Cristo, por la fe se convierte en partícipe en toda la extensión de su itinerario terreno: “avanzó en la peregrinación de la fe” y al mismo tiempo, de modo discreto pero directo y eficaz, hacía presente a los hombres el misterio de Cristo. Y sigue haciéndolo todavía. Y por el misterio de Cristo está presente entre los hombres. Así, mediante el misterio del Hijo, se aclara también el misterio de la Madre. 
(Juan Pablo II, Redemptoris Mater, n° 19) 

CONSAGRACIÓN 
Oh María, tu Hijo tomó carne de tu carne para que cesaran las ofrendas de animales, y que el hombre, convertido por el bautismo en hombre perfecto, sin mancha ni defecto, se ofreciera él mismo como una ofrenda y un sacrificio de buen olor. María, tú que en tus manos has tenido la primer hostia del mundo y no te has hecho sino una sola carne con ella, te consagro mi humanidad y la humanidad entera, para que ella llegue a ser una nación santa, un sacerdocio real. Concédeme por esta consagración santificar, a través de mis pensamientos y mis acciones, el templo de mi cuerpo, para que la Trinidad venga a él y more en él como moraba en ti, jamás entristecida por el pecado, los malos pensamientos, la pereza y los actos indignos de un hijo de Dios. 

Antífona 
Cuando María te llevaba a ti, la gran montaña; aligerabas el peso.
Cuando te alimentaba,
saciabas tú su hambre. 
Cuando te amamantaba,
tú querías tener sed.
Cuando ella te mimaba a ti, la brasa ardiente, su seno no ardía. 
(san Efrén)

Salmo 1 
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que su gozo está en la ley del Señor
y la susurra en su corazón de día y de noche. 
El es como un árbol plantado
junto a corrientes de agua viva,
y cuyo follaje nunca se marchita,
que produce fruto a su debido tiempo, todo lo que emprende sale bien. 
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal. 

Invocación: María, Reina de la Paz, ruega por nosotros y por el mundo entero. (3 veces) 

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