Consagración de nuestra intimidad con Dios
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
INVOCACIÓN
Espíritu Santo, que tu gracia nos asista,
que ella venga y habite en nuestros corazones después de haber desterrado todos sus vicios.
que ella venga y habite en nuestros corazones después de haber desterrado todos sus vicios.
Espíritu bienhechor, luz de los hombres, libera nuestra alma de sus mortales tinieblas.
Espíritu Santo, tú que siempre amas los pensamientos justos,
por tu bondad, derrama tu unción en todos nuestros sentimientos.
por tu bondad, derrama tu unción en todos nuestros sentimientos.
Espíritu que purificas toda mancha,
purifica la mirada de nuestro hombre interior, para que así podamos ver al Padre Supremo, al que sólo pueden contemplar
las miradas de un corazón puro.
purifica la mirada de nuestro hombre interior, para que así podamos ver al Padre Supremo, al que sólo pueden contemplar
las miradas de un corazón puro.
Tú inspiraste a los profetas,
para que cantasen por anticipado
las alabanzas de Cristo.
Tú fortaleciste a los apóstoles
para que anunciasen al mundo entero el triunfo de Cristo.
para que cantasen por anticipado
las alabanzas de Cristo.
Tú fortaleciste a los apóstoles
para que anunciasen al mundo entero el triunfo de Cristo.
Cuando Dios, con su Verbo, creaba el edificio del cielo,
de la tierra y de los mares,
eras tú quien extendías tu poder sobre las aguas para cobijarlas.
de la tierra y de los mares,
eras tú quien extendías tu poder sobre las aguas para cobijarlas.
Eres tú quien fecundas las aguas para que ellas den vida a las almas. Eres tú, que con tu aliento
creas hombres espirituales.
creas hombres espirituales.
Eres tú, Señor, quien ha unido al mundo, dividido por sus lenguas y sus religiones; tú, el mejor de los maestros,
haz volver a los idólatras al culto de Dios.
haz volver a los idólatras al culto de Dios.
Atiende pues, nuestras súplicas,
Espíritu Santo, pues sin ti
todas las plegarias son juzgadas impotentes, indignas de alcanzar los oídos divinos.
Espíritu Santo, pues sin ti
todas las plegarias son juzgadas impotentes, indignas de alcanzar los oídos divinos.
Tú, que enseñaste a los santos de todos los siglos, envolviéndolos con tu impulso poderoso,
tú mismo eres quien hizo glorioso este día colmando hoy a los apóstoles de Cristo
tú mismo eres quien hizo glorioso este día colmando hoy a los apóstoles de Cristo
con una gracia sin precedentes desconocida por todos los siglos.
(Humberto de Roman)
Creo en Dios…
Una decena del rosario por las intenciones de la Virgen María
Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje del 18 de marzo de 1993
“Queridos hijos, éste es mi deseo: denme la mano, y así podré conducirlos, como una madre, por el justo camino, así podré conducirlos hacia su Padre. Abran su corazón y déjenme entrar. Oren, porque yo estoy con ustedes en la oración. Oren y así los podré guiar. Los conduciré hacia la paz y la felicidad. Gracias por haber respondido a mi llamado.”
MEDITACIÓN
El matrimonio no es otra cosa que la expresión santa del Padre Eterno, quien engendra y lleva en sí a su Verbo y hace solo por su persona, lo que el marido y la mujer manifiestan al exterior, procreando juntos un hijo, como meta de su generación; uno engendrando el fruto, la otra llevándolo. Pero, dado que Dios Padre engendra a su Verbo en una fecunda virginidad, él la quiere expresar sólo en su santa esposa, y mostrar hacia fuera esta fecundidad virgen y sin corrupción.
(J.J. Olier, La Vida Interior de María, TI, pág 58)
María nos impulsa en primer lugar a creer.
A creer en el amor de Dios Padre que nos envuelve constantemente: no somos nosotros los que hemos amado a Dios, es Él quien nos ha amado primero.
A creer en el poder de Cristo manifestado en la Redención. El es el Dios Salvador, presentido por Isaías. El es la fuente de vida sobreabundante. El es la verdad de Dios y la verdad de nuestra pobre existencia. Es el camino de Dios y el camino del hombre, el único hombre plenamente conforme a su vocación.
A creer en el Espíritu Santo que María ha acogido sin reservas y que también nos ha sido dado a nosotros.
Estamos seguros de este amor del Dios trino; y abriéndonos a Él por la fe, seremos felices con María, y recibiremos, a nuestra vez, el gozo y la fuerza de amar.
A creer en el amor de Dios Padre que nos envuelve constantemente: no somos nosotros los que hemos amado a Dios, es Él quien nos ha amado primero.
A creer en el poder de Cristo manifestado en la Redención. El es el Dios Salvador, presentido por Isaías. El es la fuente de vida sobreabundante. El es la verdad de Dios y la verdad de nuestra pobre existencia. Es el camino de Dios y el camino del hombre, el único hombre plenamente conforme a su vocación.
A creer en el Espíritu Santo que María ha acogido sin reservas y que también nos ha sido dado a nosotros.
Estamos seguros de este amor del Dios trino; y abriéndonos a Él por la fe, seremos felices con María, y recibiremos, a nuestra vez, el gozo y la fuerza de amar.
(Juan Pablo II, Lourdes, 15 de agosto de 1983)
CONSAGRACIÓN
María, esposa del Espíritu, en quien el Verbo se encarnó; en ti el Padre continúa engendrando al Hijo. La única actividad del Padre es este engendramiento de amor, y de cuyo amor común con el Espíritu desborda la obra de la creación.
Oh María, te consagro todo lo que en mí aspira a la unión con Dios; te consagro todo lo que en mí anhela al noviazgo y al matrimonio con mi Creador y mi Dios. Sólo en ti mi cuerpo encontrará la castidad perfecta que requiere una tal intimidad; sólo en ti mi alma y mi espíritu serán virginizados por el abrazo divino, sólo en ti mi abandono será total y nunca más tendré miedo de tomar, en lo más íntimo de mi mismo, a la esposa sin mancha del Esposo de fuego. Sólo en ti, zarza ardiente, no temeré el ser consumido por los besos de su boca.
Antífona
Oh María, carroza de fuego, tú has llevado el fuego escondido y velado bajo la ceniza de tu humanidad. Oh María, vaso de humildad, en ti se mantiene brillante la luz de la verdadera ciencia, con la cual, elevándote sobre ti misma, has cautivado al Padre Eterno: pero también él te ha extasiado y te ha atraído con un amor único, pues la luz y el fuego de tu caridad es el óleo de tu humildad que ha atraído su divinidad y lo ha inclinado a venir a ti; aunque ya el ardor extremo de tu caridad sin medida le urgía a venir a nosotros. (santa Catalina de Siena)
Eclesiástico 24, 9-22
Antes de los siglos, desde el principio, me creó, y por los siglos subsistiré.
Ante él, ejercí el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sión; él me hizo reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se ejerce mi autoridad.
Ante él, ejercí el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sión; él me hizo reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se ejerce mi autoridad.
Yo eché raíces en un Pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su herencia. Crecí como un cedro en el Líbano y como un ciprés en los montes del Hermón. Como palmera me he elevado en Engadí, y como los rosales en Jericó;
como un hermoso olivo en el valle, y como un plátano, me elevé hacia lo alto. Cual cinamomo y aspálato aromático he dado fragancia, cual mirra exquisita he dado buen olor, como gálbano, ónice y estacte, como nube de incienso en la Tienda.
Cual terebinto he alargado mis ramas, y mis ramas son ramas de gloria y de gracia. Como la vid hice germinar la gracia,
y mis flores son frutos de gloria y riqueza. ¡Vengan a mí, los que me desean, y sáciense de mis productos!
Porque mi recuerdo es más dulce que la miel y mi herencia, más dulce que un panal.
Los que me coman, tendrán hambre todavía, los que me beban, tendrán más sed.
El que me obedezca, no se avergonzar
y los que me sirvan, no pecarán.
en la porción del Señor, en su herencia. Crecí como un cedro en el Líbano y como un ciprés en los montes del Hermón. Como palmera me he elevado en Engadí, y como los rosales en Jericó;
como un hermoso olivo en el valle, y como un plátano, me elevé hacia lo alto. Cual cinamomo y aspálato aromático he dado fragancia, cual mirra exquisita he dado buen olor, como gálbano, ónice y estacte, como nube de incienso en la Tienda.
Cual terebinto he alargado mis ramas, y mis ramas son ramas de gloria y de gracia. Como la vid hice germinar la gracia,
y mis flores son frutos de gloria y riqueza. ¡Vengan a mí, los que me desean, y sáciense de mis productos!
Porque mi recuerdo es más dulce que la miel y mi herencia, más dulce que un panal.
Los que me coman, tendrán hambre todavía, los que me beban, tendrán más sed.
El que me obedezca, no se avergonzar
y los que me sirvan, no pecarán.
Invocación: María, Reina de la Paz, ruega por nosotros y por el mundo entero. (3 veces)
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