Vengan benditos de mi Padre




“Vengan benditos de mi Padre” (San Mateo 25, 31-46)

Es evidente que las palabras del Señor se refieren al Juicio Final, exhortándonos el Señor, caminar como peregrinos hacia la ciudad celestial, por el camino de una operante caridad. No nos comportaríamos como ciudadanos del Reino de los cielos, si no somos capaces de procurar llevar sobre nuestras espaldas, el dolor de nuestro prójimo.
Es que el Señor parte de una premisa: nos denomina “ benditos de mi Padre”, es decir, nos declara como sus “hermanos”, engendrados en el bautismo, en la cuna familiar de la Iglesia y alimentados por la gracia en los brazos de la Gospa. Y  la alegría de ser adoptados como hijos por Dios Padre, por los méritos de la sangre de Cristo, el Hijo, cuyo sufrimiento redentor nos concede el Espíritu Santo,  se transforma en la certificación de nuestra pertenencia al resplandor de la Familia Celestial.  Por eso, la actitud de ser compasivos y misericordiosos con Cristo que se nos acerca en el hambrientos, el sediento, el desnudo, enfermo o encarcelado, manifiesta que es Cristo en que actúa en nosotros. Somos constituidos en rostro, en pies y en manos de Jesús.  Todo lo que haremos con cada uno de los más pequeños, debe ser consecuencia de un caminar en la escuela de amor materno de María, en la que se ha respondido al llamado de su Inmaculado Corazón, donde nos convoca, como Madre, aquí en nuestro peregrinar en este “valle de lágrimas”, para reconocer el llamado de su Hijo que nos dice: “venid”.

Mensaje, 25 de febrero de 1988

“¡Queridos hijos! También hoy deseo invitarlos a la oración y al abandono total a Dios. Ustedes saben que Yo los amo y es por amor que he venido aquí, para mostrarles el camino de la paz y la salvación de sus almas. Yo deseo que ustedes me obedezcan y que no permitan a Satanás que los seduzca. Queridos hijos, Satanás es fuerte y por eso les pido sus oraciones y que me las ofrezcan por aquellos que están bajo su influencia, para que sean salvados. Den testimonio con sus vidas y ofrezcan sus vidas por la salvación del mundo. Yo estoy con ustedes y les doy las gracias. En el Cielo, ustedes recibirán el Padre la recompensa que El les ha prometido. Por tanto, hijitos, no se preocupen. Si ustedes oran, Satanás no podrá hacer nada contra ustedes, porque ustedes son hijos de Dios y el cuida de ustedes. Oren! Que el Rosario esté siempre en sus manos como signo para Satanás de que ustedes me pertenecen. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”



Atentamente Padre Patricio Romero



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