“Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.” (Lucas 11, 29-32.)
Nínive se convirtió como respuesta a la predicación de Jonás, y Cristo es mucho más que Jonás… (Lc 11,32).
La humildad verdadera procura no perder la esperanza, ya que su confianza no radica en sí misma sino en el poder compasivo de Dios, y se mantiene lejos de la indolencia, puesto que se le concede conocer el valor redentor de la sangre derramada por el Señor… “La desesperanza impide al que ha caído levantarse y la indolencia hace caer al que está de pie… Si la presunción nos precipita de lo alto de los cielos, la desesperanza nos precipita en el abismo infinito del mal, mientras que es suficiente un poco de esperanza para arrancarnos de él…” (San Juan Crisóstomo)
La sentencia pronunciada contra los ninivitas, era de por sí para sumergirlos en el desconcierto de su soberbia, para que reconocieran la omnipotencia de la Misericordia Divina, a la que debían convertirse, y para abandonarse y entregarse al amor de Dios: « Si os arrepentís, seréis salvados » (Jon 3,4). Muchas veces se piensa que la confianza total en la misericordia de Dios, sirve para darse permiso en postergar la conversión y entibiar el camino de santidad, pero quienes comparan y equiparan la adhesión a la Divina Misericordia con la justificación de la tibieza y la gracia, es porque no conocen aun la majestad del perdón de Dios. Al contrario, quien conoce la compasión del Señor por el pecador, reconoce el horror de sus propios pecados, el infierno que merece y comprende su responsabilidad con la pasión del Señor y el sufrimiento de María. Percibir repugnancia por el pecado, es el signo de quien a gustado de la dulzura de la Misericordia de los Sagrados Corazones, recibiendo un fervor sobreabundante que le impulsa, fuertemente, a trabajar por su propia Santidad y por santificar, con el buen ejemplo, a sus hermanos. Y no puede quedar sin énfasis la sabia y humilde “predicación del ejemplo”, ya que si pedimos la conversión a nuestros hermanos, debemos tener en cuenta que, ellos, pueden percibir perfectamente, cuando todavía estamos sometidos al pecado de la vanidad y de la soberbia.
La Virgen Santísima quiere que saquemos una lección, sin condiciones, de esta sentencia, de manera que instruidos por el buen ejemplo del Cordero de Dios, resistamos a la superficialidad y la pasividad, y nos arrojemos con velocidad al océano del amor redentor del Señor. Quien no se resiste al amor de Dios, no quiere volver a la oscuridad del pecado.
Mensaje, 25 de febrero de 2007
“¡Queridos hijos! Abran su corazón a la misericordia de Dios en este tiempo cuaresmal. El Padre Celestial desea liberar a cada uno de ustedes de la esclavitud del pecado. Por eso, hijitos, aprovechen este tiempo y a través del encuentro con Dios en la Confesión, abandonen el pecado y decídanse por la santidad. Hagan eso por amor a Jesús, quien con su sangre ha redimido a todos para que fueran felices y estuvieran en paz. No olviden, hijitos, que vuestra libertad es vuestra debilidad, por eso sigan mis mensajes con seriedad. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”
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