“Esta Cuaresma debe ser para ustedes un estímulo para cambiar sus vidas”. (13 de febrero de 1986)
Dice Isaías Is 58, 1-12
El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, desatar las coyundas de los yugos, dejar libres a los oprimidos, romper todas las cadenas; partir tu pan con el que tiene hambre, dar hospedaje a los pobres que no tienen techo; cuando veas a alguien desnudo, cúbrelo, y no desprecies a tu semejante.
Entonces brillará tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; tu justicia te abrirá camino y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y él te responderá, gritarás y él te dirá: «Aquí estoy».
Cuando destierres de ti los yugos, el gesto amenazante y las malas intenciones; cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, entonces brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, dará vigor a tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena no se agota; reconstruirás viejas ruinas, levantarás cimientos de antaño, te llamarán "Reparador de brechas", "Restaurador de casas en ruinas"».
El camino de la Cuaresma que hoy iniciamos, es una senda árida y agotadora, no principalmente porque sea el entorno inundado de sequedad y un terreno pedregoso, sino porque llevamos un peso en nuestras vidas que en toda situación nos abate y deprime. Las amarras de pecado y las heridas que nos dejan nuestras limitaciones y complejidades necesitan ser abordadas en esta terapia del alma de 40 días.
Es un tiempo de intimidad particular con Dios en el secreto del corazón y de la conciencia -explicaba San Juan Pablo II-. En esta intimidad interior con Dios es donde se realiza la obra esencial de la Cuaresma: la conversión.
En el secreto interior, en esta intimidad con Dios, en la total verdad del corazón y de la conciencia resuenan las palabras del salmo de la liturgia de hoy, una de la confesiones más profundas que el hombre jamás ha presentado ante Dios. “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, / por tu inmensa compasión borra mi culpa, / lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces” (cf Sal 50,1-6).
“¡Queridos hijos! Hoy deseo envolverlos con mi manto y conducirlos a todos hacia el camino de la conversión. Queridos hijos, les ruego, entreguen al Señor todo su pasado, todo el mal que se ha acumulado en sus corazones. Yo deseo que cada uno de ustedes sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por tanto, queridos hijos, oren y en la oración, ustedes conocerán el nuevo camino del gozo…”, dijo la Reina de la Paz, el 25 de Febrero del año 1987.
Ajustemos nuestra conducta a estos mandatos - dice el Papa San Clemente- y así, obedeciendo a sus palabras, comportémonos siempre con toda humildad. Dice, en efecto, la palabra de Dios: En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.
Mensaje del 13 de febrero de 1986
“¡Queridos hijos! Esta Cuaresma debe ser para ustedes un estímulo para cambiar sus vidas. Comiencen a hacerlo ya desde ahora!. Apaguen el televisor y hagan a un lado las diversas cosas que no les son indispensables. Queridos hijos, Yo los invito a una conversión personal. Este tiempo es para ustedes! Gracias por haber respondido a mi llamado! ”
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