Un Corazon puro, sin mancha y de Madre




Un Corazon puro, sin mancha y de Madre

“¡Queridos hijos, trabajen con alegría y arduamente en su conversión. Ofrezcan todas sus alegrías y tristezas a mi Corazón Inmaculado para que los pueda conducir a todos a mi Hijo bien amado, de modo que en Su Corazón encuentren la alegría. Estoy con ustedes para enseñarles y conducirlos a la eternidad. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!” (Mensaje 25-9-2009)

En el momento íntimo y prodigioso de la Concepción Inmaculada de María, lejos de toda exacerbación popular, resplandece el poder redentor de Cristo, aplastando la cabeza de la serpiente.

En vista a la Encarnación del Verbo de Dios, “para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios.” (CEC 490)

Esta es la profundidad del Misterio: Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil para mostrar la fidelidad a su promesa… María "sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen.(CEC 489)

La Omnipotencia Divina, sorprende toda potencia de criatura. María, la humilde mujer de provincia, que proviene de una estirpe sacerdotal y lleva en sí el gran patrimonio sacerdotal de Israel, es el "resto santo" de Israel, al que hacían referencia los profetas en todos los períodos turbulentos y tenebrosos. En ella está presente la verdadera Sión, la pura, la morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es la casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo.  Ella es el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se cumplen las palabras del salmo:  "La tierra ha dado su fruto" (Sal 67, 7). (Benedicto XVI, 8-12-2015)

María no sólo tiene una relación singular con Cristo, el Hijo de Dios, que como hombre quiso convertirse en hijo suyo. Al estar totalmente unida a Cristo, nos pertenece también totalmente a nosotros. Sí, podemos decir que María está cerca de nosotros como ningún otro ser humano, porque Cristo es hombre para los hombres y todo su ser es un "ser para nosotros”.(ídem) 

Cristo, dicen los Padres, como Cabeza es inseparable de su Cuerpo que es la Iglesia, formando con ella, por decirlo así, un único sujeto vivo. La Madre de la Cabeza es también la Madre de toda la Iglesia; ella está,  por completo despojada de sí misma; se entregó totalmente a Cristo, y con él se nos da como don a todos nosotros. En efecto, cuanto más se entrega la persona humana, tanto más se encuentra a sí misma. 

“Yo los amo a todos y los llamo a estar más cerca de Mí y a que su amor por mi Inmaculado Corazón sea más ferviente. Yo deseo renovarlos y guiarlos con mi Corazón al Corazón de Jesús que aún hoy sufre por ustedes y los llama a la conversión y la renovación.”  (Mensaje 12-10-1996)

El Señor está en camino con nosotros para ablandar nuestro corazón y solo con un corazón humilde como el de María podemos acercarnos a Dios. Adán y Eva, cediendo a la seducción de Satanás, creyeron ser como Dios. Esa "soberbia suficiente" hace que se alejen del paraíso. Pero el Señor no los deja caminar solos porque les hace una promesa de redención y camina con ellos. El Señor acompañó la humanidad en este largo camino. Ha hecho un pueblo. Estaba con ellos. Y ha recordado que ese camino que comenzó con una desobediencia, termina con una obediencia, con el sí de María al anuncio del ángel.
El nudo que ha hecho Eva con su desobediencia, lo ha desatado María con su obediencia, es un camino en el cual las maravillas de Dios se multiplican.
El Señor está en camino con su pueblo. Y ¿por qué caminaba con su pueblo, con tanta ternura? Para ablandar nuestro corazón. Explícitamente Él lo dice: 'Yo haré de tu corazón de piedra un corazón de carne'. Ablandar nuestro corazón para recibir esa promesa que había hecho en el paraíso. Para un hombre ha entrado el pecado, para otro viene la salvación. Y este camino tan largo nos ayudó a otros nosotros a tener un corazón más humano, más cercano a Dios, no tan soberbio, no tan suficiente. (S.S. Francisco, 25-3-2014).

  “…Sólo un corazón puro, no agobiado por el pecado, puede abrirse y sólo unos ojos sinceros pueden ver el camino a través del cual os deseo conducir…” (Mensaje 2-12-2011)

María es el vástago, del que deriva el árbol de la redención y de los redimidos. Dios, entonces,  no fracasó, como podía parecer en el Génesis, al inicio de la historia con Adán y Eva, o en el período del exilio babilónico, y como parecía nuevamente en el tiempo de María, cuando Israel se había convertido en un pueblo sin importancia en una región ocupada, con muy pocos signos reconocibles de su santidad. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive el Israel santo, el resto puro. Dios salvó y salva a su pueblo. Del tronco abatido resplandece nuevamente su historia, convirtiéndose en una nueva fuerza viva que orienta e impregna el mundo. María es el Israel santo; ella dice "sí" al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios.  

“Yo os muestro la humildad. Hijos míos, recordad: sólo un alma humilde resplandece de pureza y belleza, porque ha conocido el amor de Dios. Sólo un alma humilde se convierte en un paraíso porque en ella está Mi Hijo…” (Mensaje 2-2-2012)

Esta actitud está en plena contraposición con la actitud  satánica del Génesis, en la que el hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios  le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad. 

El Tentador Infernal engaña y somete al hombre en la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo. Entonces el ser humano   no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. Él quiere tomar por sí mismo, es decir  del árbol del conocimiento, el aparente poder de plasmar el mundo, de hacerse dios, elevándose a su nivel, y de vencer con sus fuerzas a la muerte y las tinieblas. No quiere contar con el amor paternal que no le parece fiable; quiere contar  únicamente con lo que le parece el máximo conocimiento, puesto que le confiere el poder, pero que es el sublime engaño de someterse al falso amor del poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte.  

“Vosotros estáis todavía sordos y ciegos; mientras miráis el mundo que os rodea, no queréis ver hacia dónde se dirige sin Mi Hijo. Estáis renunciando a Él, y Él es la fuente de todas las gracias.”  (Mensaje 2-2-2012)

Al contemplar el Corazón Materno de nuestra Madre, la Inmaculada, podemos reconocer que “el hombre que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y conformista; no pierde su libertad. Sólo el hombre que se pone totalmente en manos de Dios encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en manos de Dios no se aleja de los demás, retirándose a su salvación privada; al contrario, sólo entonces su corazón se despierta verdaderamente y él se transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta.” (Benedicto XVI, 8-12-2005)

Sumergirnos dócilmente, en la escuela de santidad de la Reina de la Paz, nos permite, con el auxilio de la gracia, vivir en nuestras vidas el misterioso triunfo del Señor, que enaltece a los humildes y humilla a los que se tienen por poderosos:

“¡Queridos hijos! Los amo a todos con alegría en el corazón, y los invito a acercarse a mi Corazón Inmaculado, para que Yo pueda acercarlos aún más a mi Hijo Jesús y para que Él pueda darles su paz y su amor, que son alimento para cada uno de ustedes. Abranse hijitos a la oración, ábranse a mi amor. Yo soy vuestra Madre y no puedo dejarlos solos en el deambular y el pecado. Hijitos, ustedes son llamados a ser mis hijos, mis hijos amados, para poder presentarlos a todos a mi Hijo. Gracias por haber respondido a mi llamado. (Mensaje 25-6-2013)


(Retiro Diciembre 2018, Zona Sur Santiago)


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