La paz con vosotros


La paz con vosotros


Mensaje del  25 de abril de 2019

¡Queridos hijos! Este es un tiempo de gracia, un tiempo de misericordia para cada uno de ustedes. Hijitos, no permitan que el viento del odio y del desasosiego reinen en ustedes y a su alrededor. Ustedes, hijitos, son llamados a ser amor y oración. El diablo desea el desasosiego y el desorden, pero ustedes, hijitos, sean el gozo de Jesús Resucitado que murió y resucitó por cada uno de ustedes. Él ha vencido la muerte para darles la vida, la vida eterna. Por eso, hijitos, testimonien y siéntanse orgullosos de haber resucitado en Él. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!


Durante el tiempo que Jesús Resucitado permaneció con los Apóstoles, provocó en ellos una honda transformación. En la tarde del día de la Resurrección, los discípulos están encerrados en casa por miedo a los judíos (cf. Jn 20, 19). El miedo les oprime el corazón y les impide impide salir al encuentro de los demás, al encuentro de la vida. El Maestro ya no está. El recuerdo de su Pasión alimenta la incertidumbre. Y el problema es que la propia cobardía,  la traición de Judas, la envidia y ambición de los fariseos,  y la ferocidad del Imperio Romano, dejaron hondas heridas que inundan de oscuridad el corazón de los discípulos. La ligereza con las que escucharon las palabras de Jesús y sus propios pecados, pudieron construir para ellos una trampa de resentimiento y dudas, donde no hay escapatoria meramente humana. 
Pero Jesús ama a los suyos y está a punto de cumplir la promesa que había hecho durante la última Cena: «No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros» (Jn 14, 18) y esto lo dice también a nosotros, incluso en tiempos grises: «No os dejaré huérfanos». Esta situación de angustia de los discípulos cambia radicalmente con la llegada de Jesús. (Benedicto XVI)
“¡Queridos hijos! Este es un tiempo de gracia, un tiempo de misericordia para cada uno de ustedes. Hijitos, no permitan que el viento del odio y del desasosiego reinen en ustedes y a su alrededor. Ustedes, hijitos, son llamados a ser amor y oración. El diablo desea el desasosiego y el desorden, pero ustedes, hijitos, sean el gozo de Jesús Resucitado que murió y resucitó por cada uno de ustedes…” (25 de Abril del 2019)

Cristo,  en la alta cima de la cruz estuvo delante de Dios, no sólo como amigo sino como Hijo. Y no sólo se ofrece con su corazón traspasado sino que también  se convierte, como dice el mismo san Pablo, en pecado, es decir, lleva consigo nuestros pecados para salvarnos a nosotros; no es sólo solidaridad, sino que se identifica con nosotros: nos lleva a todos en su cuerpo. Y así toda la existencia de hombre y de Hijo es el grito al corazón de Dios, es perdón, pero un perdón que transforma y renueva. Por eso durante los días de la Pascua, nos quiere llevar a la cima de la resurrección, con una conversión fundada en la humildad y la confianza ante Dios y para con nuestros hermanos. La tormenta de impulsos de nuestra soberbia y arrogancia, el afán calculador y la estrategia del control debe ceder  ante Cristo resucitado que nos convoca a la felicidad de los creen sin haber visto. 
 La escuela de santidad de la Reina de la Paz, nos forma en la verdadera oración cuyos soportes son el reconocimiento de la Omnipotencia de la Misericordia Divina y la humillación interior de nuestros corazones. Somos criaturas cuya pequeñez, entregados en los brazos de la Madre del Señor,  cautiva el  Corazón de Cristo. 
La paz que Jesús trae es el don de la salvación que él había prometido durante sus discursos de despedida: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14, 27). 
Él ha vencido la muerte para darles la vida, la vida eterna. Por eso, hijitos, testimonien y siéntanse orgullosos de haber resucitado en Él.


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